Anybody seen my baby
miércoles, 15 de agosto de 2007
Era una chica más bien tímida, hablaba poco, no se despegaba de Yolanda (Yolanda... siempre me gustó ese nombre. Incluso una vez estuve liado con una tal Yolanda... era géminis... e informática... Eva solía decir: "¡qué bien! ¡cuatro en una cama!"... en fin, que me lío), y recuerdo que era diabética. Mi hermano y yo fuimos ese fin de semana a dormir a casa de nuestra abuela, y al día siguiente bajé algo de sacarina para el desayuno. Ya sabéis, esos detalles tontos que luego resultan ser importantes... a partir de ese instante no se despegaba de mi.
No pudimos estar solos en ningún momento, recuerdo que mis padres no me dejaron irme con ellos... (hoy por hoy y sabiendo lo que sé no me extraña, pero aunque aludiesen razones que hoy sí tienen peso, da igual... siempre han hecho lo mismo. Si por mi madre fuera estaría atado a los pies de la cama. Y luego la gente se extraña de que me fuera de casa y acabase durmiendo en un sofá... pero esa es otra historia. Me pregunto si no me veré algún día contándole todo esto a un psicoanalista...) El caso es que llegó la despedida, siempre llegan, son inevitables, son odiosas... y se me daban terriblemente bien. No sé, tal vez sea por mi carácter, por mi aficción a la ambientación del cine y la novela negra, a esos personajes solitarios y seguros de sí mismos como los que interpretaba Bogart, quizás sea que siempre tenía la palabra adecuada en el momento más oportuno (no como ahora, que tengo la palabra menos oportuna en el momento más inadecuado)
Puedo visualizar la escena casi con todo lujo de detalles: estábamos junto al coche, mi padre ayudaba a mi primo a meter las maletas, la novia de mi primo se despedía de mi madre, mi prima Yoli se despedía de mi hermano, e Irene y yo nos contemplamos largo rato. La tomé de la cintura, ella me miró a los ojos, me daba vergüenza besarla delante de todo el mundo, pero la abracé lo más fuerte que pude. Mis primos estaban subiéndose al coche y ella me preguntó: "¿Nos volveremos a ver?" y yo respondí sin dejar de mirarla: "Dalo por hecho". La besé cálidamente en la mejilla, ella me devolvió el beso con timidez, y nos separamos...
En aquella época yo solía subirme de vez en cuando a la cabina de un garito a poner algunas caciones, esa noche fui y puse esta canción:
No volví a ver a Irene nunca más. Un par de años después visité a mis primos en Asturias y le pregunté a mi prima por ella, me dijo que se habían enfadado y llevaban año y pico sin hablarse. Cosas que pasan...
En cuanto a la canción, hoy por hoy no suelo escucharla mucho, solo de vez en cuando, pero siempre que lo hago me acuerdo de ella, de aquella época, de la inocencia, de las miradas enfrentadas, de los abrazos disimulados y los susurros, de Bogart, del agridulce sabor de las despedidas... y sonrío. Sonrío porque algunas historias no necesitan de un beso o un reencuentro para perdurar en el tiempo, basta tan solo una promesa y una canción para recordarlas toda la vida.
Etiquetas: Lios de faldas
posted by Blue Devil's @ 22:07,
4 Comments:
- At 16 de agosto de 2007, 13:03, eclipse de luna said...
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Con esta historia tan bonita y tierna me has obligado a salir de mi letargo...Preciosa cancion y preciosa historia, aunque a veces las historias no tenga el final feliz que siempre deseamos...
Un besito.Mar....sigo en mi letargo - At 17 de agosto de 2007, 7:31, Blue Devil's said...
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Vaya... si no besar a Irene ha servido para sacarte de tu letargo, me alegro de no haberme atrevido :P
A mi me parece que esta sí es una historia con un final feliz... agridulce, sí, pero feliz. Al fin y al cabo... ¿qué hay más bonito que el que a uno le recuerden toda la vida de esta manera? - At 27 de agosto de 2007, 10:51, vanmar said...
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Hay historias, como esta, que sí duran toda la vida... pero que poco me gustan las despedidas... y sobre todo, sufrir por tonta, yo tampoco la habría besado ni buscado.
- At 1 de septiembre de 2007, 13:16, Gambutrol said...
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Ya ves... son los puqueños detalles lo que cuentan. Bonita historia.